Artesanía sostenible: Los últimos telares de seda de La Palma

La industria de la seda palmera, que tuvo su máxima expansión entre los siglos XVI y XVIII, continúa viva en la localidad de El Paso.

Acualquiera que se le pregunte qué sucedió en 1492, contestará que ese año Colón llegó a América. Muchos también sabrán que aquella primavera los reyes católicos expulsaron a los judíos de la península. Pero si esta cuestión la planteamos en la isla de La Palma nos contarán también que en septiembre de aquel 1492 los castellanos desembarcaron en la playa de Tazacorte para no marcharse nunca más. Después de que Alonso Fernández de Lugo y sus 900 hombres pisaran las arenas palmeras, llegarían los pactos, batallas y finalmente sumisión de los habitantes locales —los benahoaritas, auaritas o awaras— y La Palma, igual que sus hermanas canarias, acabaría incorporada a la corona de Castilla.

LA INDUSTRIA SEDERA EN LA PALMA

La llegada de los nuevos habitantes cambió por completo el modo de vida isleño a saber en ella se instalaron colonos llegados de la península, Italia o Flandes; se construyeron varios pueblos con sus iglesias; se talaron tierras para plantar azúcar y se pondría en marcha un boyante comercio de ultramar desde el puerto de Santa Cruz. Hasta aquí más o menos nada que no sepamos. Pero hay algo que no todos conocen de aquel momento histórico: en La Palma también floreció una muy próspera industria de la seda. Dos motivos lo propiciaron, en primer lugar la llegada a la isla de artesanos e industriales desde Flandes y el ducado de Brabante expertos en aquella técnica sedera que —originaria de China— se desarrollaba en algunos países de Europa; y segundo, el clima canario era muy propicio para el crecimiento de las moreras, que son la dieta básica de los gusanos de seda.

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Fuente de la info: viajes.nationalgeographic.com.es

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