El metal era una materia completamente desconocida por parte de los pobladores prehispánicos de La Palma. A la isla lo trajeron los conquistadores destinándolo principalmente a las actividades agrícolas, ganaderas y pescaderas. Debido a ello, la forja adquirió gran importancia, por lo que era raro encontrar un pueblo que no contase con su propio hierro. Hoy, con el desarrollo de la tecnología y la importación de objetos fabricados en serie, este tipo de tareas está en manos de unos pocos artesanos.
Con el metal se elaboraba hoces, cencerros, podonas, machetes, cuchillos, llaves, cerraduras, fechillos, pestilleras, puntas de lanzas, candados… Otro útiles de la latonería tradicional palmera son los jarros con los que se sacaba el agua de la pila de barro. Estaban rematados con un pico para evitar que se pudieran beber de ellos directamente.
Por su denominación, calabazo, se conoce un recipiente hecho en un principio con una gran calabaza seca, que se utilizaba para elevar el agua con la fuerza de los brazos de los agricultores, a un nivel superior del canal por donde ésta discurría.
Faroles, candiles, azufradores, queseras, milanas y moldes para repostería, todos ellos soldados a estaño, son útiles que se siguen produciendo en la isla, aunque la mayoría ya no cumple su función primera.